Cristina Quiles: “En los cuentos, cuando dejas de ser princesa o desapareces o eres la mala”

Una muerte que no quiere matar, una bruja que tiene que ensuciar a sus hijos todos los días o una niña que habla con el fantasma de su abuela son algunos de los personajes, siempre femeninos, a los que día a día da vida la ilustradora y diseñadora alicantina Cristina Quiles. Alma, la Killer, Mary Pain o la Bruja Pocha son protagonistas de libros, campañas de educativas y unas redes sociales seguidas por miles de personas. Estrenamos la sección de entrevistas de nuestra web hablando sobre género, conciliación y creación artística con una mujer que es reivindicativa de forma natural, siempre buscando una sonrisa. 


Santi Gutiérrez: Nos decías que, cuando dibujas, la mirada feminista o la mirada hacia la mujer no es algo buscado intencionadamente, sino que es algo que te sale sin pretenderlo. 

Cristina Quiles: Es algo que está intrínseco. No tengo la pretensión de hacer una denuncia, por ejemplo, a la falta de conciliación, pero como es algo que está en mi día a día, al final está ahí. Como la mayoría de viñetas que tengo son de cuidar niños, a veces, puede parecer que tengo que cuidar a mis hijos porque soy mujer, pero en realidad en mi casa está bastante repartido, de ahí que no sea consciente de que mis viñetas se puedan interpretar como denuncia.

Me pasó haciendo un libro de viñetas sobre la maternidad. Me pedían que dedicara un capítulo al papel del padre remarcando su ausencia. Y me decía, a ver cómo lo hago porque no quiero encasillar al hombre como el ausente. Dio la casualidad de que justo en ese momento mi pareja trabajaba fuera y no estaba en casa, pero eso era así porque hay un convenio familiar y nos distribuimos de esa manera la forma de trabajo.

SG: Parece que, aunque esa sea tu realidad, a poco que se abre la ventana lo habitual es otra cosa. Por eso resuenan tanto tus ilustraciones.

CQ: Eso es, mi realidad ilustrada es (jolín) que estoy yo siempre con los niños. Y es verdad que sigo perpetuando que el cuidado cae en la madre. De hecho, para venir aquí he dejado a los niños con la mía.

SG: Hablando de madres, nos han encantado las superabuelas.

CQ: Ese texto es de José Carlos Román. Es un libro en el que los personajes son abuelas reales, entre ellas su madre y la abuela de la escritora infantil Margarita del Mazo, cada una con un superpoder. Se trata de las cosas típicas que hacen las abuelas, como cocinar, hacer las torrijas, tejer, contar cuentos, enseñar a leer… El cuento convierte la cotidianidad en algo muy especial y me parece superbonito.

SG: Es muy entrañable y al mismo tiempo visibiliza a la mujer de una manera diferente.

CQ: Hay que trabajar más con el tema de las abuelas, sobre todo porque la mujer mayor está olvidada. No se habla de la menopausia… Mira a las malas de los cuentos, las madrastras, cuando ya no eres princesa, cuando eres madre, o desapareces o eres la mala. Es el momento de cambiar esto. Hay que perpetuar la visión feminista.

Y mira que hasta a mí me da a veces vergüenza decir “feminista”. No sé si entiende bien porque hay tanta gente que cuando nombras ese término de repente te bloquea, se pone reacia y no deja que defiendas tu postura sin que te veas como una ultra.

Y no, hay que empezar a cambiar las historias.

SG: ¿Cómo se puede contribuir desde el arte a ese cambio?

CQ: Una viñetista americana hizo un test para saber si las películas son de verdad feministas. Son tres o cuatro preguntas: si la conversación de las mujeres trata siempre sobre un hombre, si están sometidas…

En el momento en el que analizas pongamos por ejemplo una película como Brave, resulta que la madre y ella están hablando todo el tiempo sobre cómo acepta la protagonista el designio del padre. Y mira, no pasa lo mismo en el Mago de Oz. En este caso, aun siendo una película antigua, da igual que el protagonista sea un chico o una chica; eso no cambiaría la historia porque trata de un líder que hace un equipo en el que entre todos consiguen un objetivo. Es la capacidad de trabajar en equipo la que define la historia, no hay ningún componente que diga que esto pasa porque es una niña. A algo así deberíamos apuntar.

A mí me gusta mucho El Gigante del Pantano. Uno de mis hijos lo habrá sacado cinco veces la biblioteca. Puedes sustituir a la niña por el niño y daría igual, y además el monstruo que ataca es el “qué dirán”.

SG: La parte femenina de la historia está relacionada con ser “mujer de” o “madre de”. En Hábitat Cultural estamos fomentando la línea de ampliar la mirada mostrando, a nuestra pequeña escala, otras figuras femeninas.

Claro, ¿por qué no hablar de mujeres en la Historia? Si pensamos en los Reyes Católicos, la señora Isabel dijo “nos casamos” pero yo voy a seguir siendo reina e hizo la primera separación de bienes. Entonces en la historia se puede hablar de mujeres poderosas, de mujer y poder. Que tu poder dependa de ti misma.

Me pasó viendo Blancanieves, la de Charlize Theron. Dije en un momento determinado, ¡pues no es que yo estoy de parte de la mala! La película trata sobre la belleza, de un intento mantenerse bella porque en este mundo la belleza de la mujer es poder. Si quiero tener poder siempre tendré que ser joven y bella para tener respeto. Y es muy duro, pero es que no está lejos de la realidad. Te abre muchas puertas tener una imagen y se te cierran otras o te echan de muchos sitios cuando dejas de tenerla. Es el caso de las discotecas, gratis para las chicas para que vengan los chicos, o de las tiendas de ropa. A partir de cierta edad, como no mantengas un estereotipo, fuera.

SG: Hay que hacer más hincapié en la diversidad, ¿verdad?

CQ: En la diversidad de la mujer porque en el caso del hombre da igual. Yo que tengo dos hijos varones, ¿cómo los educo?

El fútbol… en mi casa hace veinte años que no tenemos tele. ¿Por qué tengo un hijo futbolista? Porque hay unos referentes buenísimos. Él ve espectáculo, gente que se divierte, una afición que se vuelca. ¿Qué referente tienes equivalentes para las niñas? ¿O qué referentes imparciales hay? ¿Qué hay equiparable al fútbol?

Quizá los actores y eso me parece genial, pero no hay otros. Ningún niño quiere ser científico ahora mismo. Y niñas…

SG: A parte de en tu web, ¿dónde podemos ver tu trabajo?

CQ: Publiqué un trabajo sobre conciliación, La bruja pocha. Ella está deseando salir a trabajar fuera de casa porque en casa tiene trillizos, está siempre haciendo cosas y está agotada. Al final es el gato el que se da cuenta, el que dice “oye… esto…”. Es como un mundo al revés en el llegan los niños y tiene que ensuciarlos, luego tiene que pasear al gato y al murciélago, y está deseando volver a trabajar para salir de casa, pero al regresar a casa están esperándola todas las labores del hogar.

La corresponsabilidad la veo lejísimos. Imagínate, he ido a entrevistas de trabajo en las que me han preguntado qué voy a hacer si los niños se ponen malos. Después de una hora de entrevista, estaban presuponiendo que solo los cuido yo. Luego dicen: “no, es que preferimos gente que no tenga hijos”. En realidad, lo que te están confirmando es que prefieren a un hombre.

Al margen de eso, sigo haciendo viñetas porque hay temas que hay que sacarlos. Hay veces que tienen un trasfondo social y otras no. Yo intento siempre extenderme un poco en el pie de foto para profundizar. Si los niños han dicho alguna barbaridad de lengua de trapo hablo de la infancia, de no corregirlos, del tesoro que es su imaginación, pero nunca sabes lo que llega porque es el receptor es el que termina de formarse su propia idea. 

Me gustaría tratar más la igualdad, de hecho, tengo a Mary Pain, un personaje que no es mío, que es de la vida. Porque la muerte, para mí, es una mujer. Y lo tengo clarísimo. Es una mujer que no viene matar a nadie, ella viene a recoger almas, que es su trabajo. Es una ‘mandá’. Ese es otro tema tabú, el de la muerte.

SG: También sobre la muerte he visto que tenías otro personaje. ¿Alma es alguien?

Es un personaje de un libro que no salió. Me quedé con ella porque me gustó en un momento en el que la Quiles se identificaba tanto conmigo que todos los comentarios en redes iban a mí.

Entonces pensé en esta niña, que no habla, que comparte tiempo con su abuela muerta. Pero se me estaba yendo muy… me falta encontrarle el punto de humor. Me salía ese punto tierno, pero no terminaba de encontrarle la comicidad. Y para mí eso es importante precisamente por lo que hablábamos sobre la comunicación. Hacer las cosas a través del humor hace que el receptor baje la guardia. Por lo que estoy viendo, la identificación y el humor me ayudan a que el receptor sea más amable, porque hay muchas resistencias. 

Pero Alma a veces me pesa, me cuesta. Parece un personaje demasiado profundo, todo lo que pienso de ella es profundo. Tiene una historia detrás que quizá cuente a través de un libro.

SG: Tiene una parte emotiva, eso es lo que llega, y luego está la conexión entre la nieta y la abuela. Ella es una presencia que ocupa mucho.

Tengo que ver cómo abordarla desde un sitio en que por lo menos pueda sacar una sonrisa, ya no digo humor.

SG: Sobre la muerte hay que hablar.

Relacionado con mujer y muerte, me gusta mucho el realismo mágico. Y quizá sea muy machista porque siempre describe a la. mujer en la cocina, pero de ahí se puede sacar una belleza increíble relacionada con la tradición, esas las mujeres que hablan con sus muertos.

¿Cómo hacer para conseguir que haya igualdad y no perder eso? Va muy hilado, tiene que ver mucho con tejer, con el ajuar, con esas tradiciones muy de mujer a mujer a mujer. A veces pienso que me hubiera gustado tener una hija por extender la tradición. Luego pienso, qué idea tan machista, ¿por qué no se lo puedo transmitir a los hijos?

SG: La mujer hace ese papel de transmisora de la tradición familiar y cultural.

¿Hasta dónde puedo cambiar las cosas sin romper eso? Porque eso me gusta. Ay, ¡si lo tuviéramos todo tan claro y tan marcado!

Texto y fotos: Carlos Egio


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